Mirad a Jesús Nazareno, que toma su Cruz y la abraza. Con delicadeza pero
con firmeza. Con señorío incluso.
Mirad a Jesús de la Pasión, que si a la Cruz se va, eso es ir derramando
ternura y sufrimiento, suavidad y comprensión, mansedumbre y claridad.
Y os invito a verle andar, leve su pisada soportando el peso, cuando se impone la majestad del Dios-Hombre que nos pasa al paso de sus costaleros. Parece dejar como un perfume. Es Jueves Santo y Pasión está frente al Monumento.
Y para subir a la Cruz, habrá que subir desnudo, como Cristo, Despojado de
sus Vestiduras. Así el Cristo que sale de Santa Catalina, ahora en la Catedral;
Exaltado en la Cruz, está desnudo; que cuando sea levantado, y lo ha sido, lo
atrae todo hacia Él.
Y en la Cruz se está para decir, en Siete Palabras, su abandono, el amor a
la Madre, su preocupación por todos, su entrega al Padre, y su perdón: así,
¡que bien estaba todo consumado!.
Cruz, cátedra de Maestro, Cristo de la Buena Muerte; cada "levantá" a pulso, para no despertarlo; como si no fuera gritando a todos la magistral lección que cada día imparte en su Universidad, a sus universitarios; allí, aquí, y siempre, la sencillez de su programa: que lo más importante en esta vida es ¡el amor!
Cruz para estar en ella, que es trono de Rey, Cristo de la Expiración: es el barroco dorado de este paso, la altura de su canastilla, y la filigrana de sus candelabros, el imponente trono para Cristo que viene del Museo, mirando al cielo, a punto de morir. Calla, que ni fuerzas tiene para hablar, todo está dicho; pero en las cuatro esquinas del trono, que es su paso, los Evangelistas dan razón de su Palabra. Palabra de Rey. Palabra de Dios. Déjame subir hasta tus pies con un beso que signifique ¡gracias!
Y en la Cruz ¡se muere!, que es el Calvario. Allí murió y así se llama el
Cristo. Ahora sí: ¡ha muerto por nosotros! Silencio de Catedral, y cuatro
hachones le alumbran. ¡Qué certera y fructífera, la muerte de Dios; qué serena
y maravillosa la muerte de Dios que nos presenta Sevilla!
Y porque de la Cruz se baja, descenderá de ella para ir al regazo de su Madre. Quinta Angustia, ¡cómo miras a tu Hijo que baja, preparadas las manos para recogerlo! y me he dicho muchas veces que si seremos capaces de dejar la Cruz vacía.
Cofrades: ¡no! Porque si al ponerse el sol de nuestras vidas, las manos han de
estar llenas, necesitaremos para ello haber llegado a un fin bueno. Cristo del
Buen Fin, para enseñarnos la sencillez franciscana de su Cofradía y la
categoría de ese Centro Infantil de Estimulación Precoz. Ése es el corazón
abierto del Cristo de la Lanzada.
María estuvo a su lado en la Cruz. Virgen del Valle. ¡Qué única manera sevillana la de su llanto! ¡Cómo refleja su cara la espada de dolor que le anunciaron! y ahora, María, porque ya se lo han bajado, lo tiene en su regazo para la Mortaja, lo tiene en su regazo Servita para sus Dolores, lo tiene en su tierno regazo de Piedad de l Baratillo. Mimo de caricias, mimo de abrazo, mimo hasta en la forma de mostrarlo.
Y María, desde ese duro momento, es, y para siempre, Consolación y Madre de la Iglesia. Santo Entierro de Cristo: Ya ni Cruz. ¡Qué dulce Cristo dormido, respeto de una Sevilla con luto de Sábado Santo!
Pero aquí no acaba todo, ¡ni nada! Jesús resucitó, clave de nuestra fe. Jesús Resucitado vendrá en paso a la Catedral.
Siempre pensé que nuestra ciudad, ya en el Domingo de Ramos y en la Puerta de
los Palos, nos anticipa en una semana ese otro Domingo de Gloria que es el de
Resurrección. Son esos niños, que entraron con palmas y júbilo y que así van
saliendo. Y es la Señora de Sevilla, Virgen de los Reyes, quien los oye, quien
está sintiendo su bullir, quien conoce su inocencia, su alegría, ¡la que los
hace suyos! Seguro que los sentaría en sus rodillas, su Niño les haría sitio y,
si la llevaran, se asomaría al pie de la Giralda ¡como si fuera mañana de
Agosto adelantada! ¡Luego dicen que Sevilla no sabe de la Resurrección!
- Pregón de la Semana Santa de Sevilla. 1985.
José Luis Peinado Merchante.
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