Cuánta Sevilla, Señor
ante Tu Imagen señera,
cuánta gente en oración
cuánta alegría y tristeza
cuánto callado sufrir
cuánta ilusión honda y nueva
cuántas Gracias imploradas
cuánta súplica directa
cuánta oración sostenida
cuánta petición intensa
cuánta vivencia diaria
cuánto amor hacia Tu Esencia,
cuánta vida tan distinta
producto de cada época.
Ante Tu Devota Efigie
el hombre con sus problemas.
Cuántos años contemplaron
arrodilladas sinceras
a las gentes de Sevilla
implorando tus Grandezas.
Qué ilusiones te pondrían
como flor de Primavera
nuestros hermanos antiguos
–Estación de Penitencia-
haciendo la disciplina
o portando luz de cera
en noches de Jueves Santo
por la vieja calle Génova.
Convento de San Francisco
entre pinturas de Herrera
de Pacheco y de Murillo
entre lámparas argénteas
al viejo Cristo rezaban
principales en nobleza
y los humildes de entonces
para ganar indulgencias.
Mas cuando el tiempo pasó
resquebrajando riquezas
olvidado en San Alberto
sobre Tu Cruz de Madera
te llegaste a ver, Dios mío,
siendo Tú la Vida Eterna.
(...)
Rafael de Gabriel García - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 2004.
Yo te
encontré, Gran Poder,
en aquel
hombre moreno,
tostado en
sudor y cieno
que pedía de
comer.
Te vi, mas
no pude ver
aquel gesto
suplicante.
Pero
comprendí al instante
-qué bueno
fuiste conmigo-
que fue tu
rostro mendigo
el que se
puso delante.
Yo dejé que
fueran otros
los que
dando el primer paso,
sentaran
allí a aquel hombre
y
compartieran su plato.
Y cuando no
te miré
de repente
trastornado,
dejé reseco
tu monte
y tu altar y
el relicario,
donde igual
que a los sayones
diste al
demente tu brazo.
Quizás si
hubieras venido,
como vienes
traspasando,
puñal
morado, la noche,
toda Dolor y
Traspaso,
quizás si te
hubiera visto
poderoso y
fuerte y alto,
vestido de
majestad
con la
túnica de cardos,
quizás te
hubiera atendido
con un rezo
o con un canto.
Yo te
encontré, Gran Poder
y te ignoré
abandonado,
pero me
encuentro una estampa
en el suelo
y la rescato...
¿Si mis
manos y mis pies
están para
desgastarlos,
si el que
pide está peor
que yo, que
al fin voy tirando...?
¿De qué
sirve, Gran Poder,
que me calle
cada año,
cuando
Gravina oscurece
y el Postigo
entrecerramos,
y que no
salga siquiera
ni un
Padrenuestro a los labios?
(...)
Francisco Javier Segura Márquez - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 2013.
(...)
La Figura de un Gitano
ha dejado la Campana
y va con Su Cruz a cuestas
por Sierpes para la Plaza,
Sus Manos son Miel y Bronce
y Su Cuerpo Espiga clara.
Los corazones cabales
que no distinguen de razas
le rezan un Padrenuestro
al Nazareno que pasa
derramando la Salud
que al mundo hace tanta falta...
El Cristo de los Gitanos,
El que no entiende de razas,
Padre de la Cristiandad,
de tantas voces calladas,
El que da cobijo a todos,
El que a nadie niega nada
va atravesando Sevilla
sobre pisadas de plata
de costaleros gitanos,
que valentía derraman.
Sale de la Catedral
y se alegra la Giralda;
que en esa Mañana Grande
todo es embrujo y es magia
por su Regio Señorío,
que en Viernes se derrama
porque pasó ante nosotros
un Gitano que llevaba
la Cruz de nuestros pecados
como si nada llevara.
Cuando regresa a Su Templo
los balcones son un ascua,
de bronce es la multitud
y mil saetas le cantan
con el arte de los primos
de aquel que un día fundara
hace dos siglos y medio
una cofradía en Triana:
aquel Gitano tan bueno
-Sebastián Miguel de Varas-
que desde la Gloria ve
los Viernes Santo en el alba
el Caminar de su Cristo
cuando entra en la Campana
llevado por costaleros
que saben cómo se anda.
Rafael de Gabriel García - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 2004.
Rafael de Gabriel García - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 2004.
Lo mismo que
en el Decreto
la Iglesia
estaba dormida,
desconcertada
y vencida
tras
desvelarse el secreto.
Siendo la
renuncia un reto
de toda la
cristiandad,
se me impuso
la verdad
encima de la
flaqueza.
Con esa
humana entereza
nos pidió:
“Resucitad”.
No le echó a
la sepultura
una losa más
pesada,
ni abandonó
allí enrollada
su mortaja
de blancura.
Alzó la voz
bien segura
sin que el
pulso le temblara.
No hizo
falta que aclarara
las causas
que le movieron.
Sólo sé que
nos pidieron
que Jesús
resucitara.
Y con él, la
propia Iglesia
que renovada
consigue,
que sea la
luz del Domingo
y esa Aurora
la que brille.
Que no
vacilen sus pasos
y los
cristianos confíen,
y que siga
siendo el norte
nuestro
Romano Pontífice.
El Papa
Francisco viene
con el
blancor de lo humilde,
para curar
las heridas,
viene a que
se estigmaticen
con San
Francisco de Asís,
las heridas
infelices.
¿Qué no es
tan joven? ¡No importa!
lo que
importa es que nos guíe,
por la senda
de la fe,
y que hacia
Cristo encaminen
su vocación
y destino
los que
perdidos se miren,
desafiando
las brumas
de la noche
y sus matices
cual rompe
la madrugada
tu lasaliano desfile.
(...)
Francisco Javier Segura Márquez - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 2013.
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