Yo tengo en
el Arenal
tres amores
escondidos,
que son la
Carretería,
las Aguas y
el Baratillo.
Si la Virgen
de la Luz
se muere al
pie de su Hijo
sin que
alcance la escalera
la altura de
los martirios,
la del Mayor
Dolor deja
todo el aire
estremecido
mientras
agoniza el Viernes
entre
aquellos tres patíbulos
que allá por
la Magdalena
dan también
escalofrío,
que entre
Varflora y San Pablo
se andan los
mismos caminos.
Y esto
Montserrat lo sabe
con sus ojos
afligidos,
con su
celestial prestancia
de sello montañesino.
Y lo sabe
Guadalupe,
bonita entre
lo bonito,
astillero
del amor
-¿quién la
olvida si la ha visto?-,
madrigal de
un mayo eterno,
vecina nueva
del río,
adonde la
sangre llega
por Aguas de
sacrificio
y con un
Mayor Dolor
que ninguno
ha conocido.
Hoy con Don
Miguel Mañara
y antaño con
San Jacinto.
(...)
Joaquín Caro Romero - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 2000.
(...)
La Bofetá en
la Gavidia
echa a volar
las alondras,
mientras que
los Panaderos
y la
Exaltación escoltan
en el Huerto
y el Calvario
a la muerte
y la derrota.
En el Buen
Fin disolvieron
a la cohorte
pretoria,
pero no en
las Cigarreras,
que
acarician lo que tocan,
mientras que
dos Esperanzas
ponen su
pena barroca
detrás de
los condenados
que de noche
y día enamoran,
que el
Sentenciado, el Caído,
dan alegría
redentora
cuando suena
la trompeta
de la
Centuria gloriosa
y la emoción
de Triana
sube del
pecho a la boca
con el gozo
del Caballo
y el
centurión que lo monta.
(...)
Joaquín Caro Romero - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 2000.
Subió hasta
el cielo del aire el
retablo de la Gracia, la gloria del
Arenal, la Niña sencilla y santa cuyo
corazón conmueven los suspiros y
las lágrimas. Salió a las calles del
barrio que le reza y que la aclama,
bajo un palio que custodian varales
firmes de plata. Y con velas de
oraciones sobre mares de gargantas
que para decir su nombre no
necesitan palabras, fue sembrando
devociones y recogiendo
esperanzas. Porque Guadalupe es
un silencio de alabanza y una saeta
que cruza y que estremece y que
clava al Dios más cercano y nuestro
en lo más hondo del alma. Porque
Guadalupe es un río de limpias
aguas, afluente del Amor que habló
a la samaritana, pues no vuelve a
tener sed quien bebe en fuente tan
alta. Por eso sus costaleros, costal
de dolor y faja de firmeza y voluntad,
las trabajaderas alzan desde la fe de
su llanto hasta un cielo de giraldas.
Está Guadalupe arriba en el altar de
sus andas y el pañuelo de un piropo
busca el nido de su cara: ¡Mi Virgen
de Guadalupe, flor
hispanoamericana y trigal de
Extremadura, del Arenal soberana,
gloria, reina, madre y niña! ¡Trianera
y sevillana!
retablo de la Gracia, la gloria del
Arenal, la Niña sencilla y santa cuyo
corazón conmueven los suspiros y
las lágrimas. Salió a las calles del
barrio que le reza y que la aclama,
bajo un palio que custodian varales
firmes de plata. Y con velas de
oraciones sobre mares de gargantas
que para decir su nombre no
necesitan palabras, fue sembrando
devociones y recogiendo
esperanzas. Porque Guadalupe es
un silencio de alabanza y una saeta
que cruza y que estremece y que
clava al Dios más cercano y nuestro
en lo más hondo del alma. Porque
Guadalupe es un río de limpias
aguas, afluente del Amor que habló
a la samaritana, pues no vuelve a
tener sed quien bebe en fuente tan
alta. Por eso sus costaleros, costal
de dolor y faja de firmeza y voluntad,
las trabajaderas alzan desde la fe de
su llanto hasta un cielo de giraldas.
Está Guadalupe arriba en el altar de
sus andas y el pañuelo de un piropo
busca el nido de su cara: ¡Mi Virgen
de Guadalupe, flor
hispanoamericana y trigal de
Extremadura, del Arenal soberana,
gloria, reina, madre y niña! ¡Trianera
y sevillana!
Ignacio Montaño Jiménez - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 1997.
Creí Señora mi pecho
de la cadencia olvidado.
Mas quedé para Ti flores
en los jardines y prados,
y en arriates de sueño,
y en los surcos del milagro,
y en las plazas escondida,
y en los desiertos collados,
y en las riberas umbrías,
y por los huertos cerrados.
Busqué flores para Ti,de la cadencia olvidado.
Mas quedé para Ti flores
en los jardines y prados,
y en arriates de sueño,
y en los surcos del milagro,
y en las plazas escondida,
y en los desiertos collados,
y en las riberas umbrías,
y por los huertos cerrados.
que es tenerlas en la mano,
porque al evocar tu nombre
toda la luz se hace nardo,
y de jazmín se hace el aire,
y toda sangre amaranto,
y violeta los recuerdos,
y fina azucena el tacto,
y gardenia la mirada,
y margarita los labios,
y clavel el corazón,
y las espinas geranios.
(...)
Antonio Rodríguez Buzón - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 1956.
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