Porque
quiero, porque quiero
en calle
Santo Tomás
me siento
baratillero.
Azules se
desparraman
mis
recuerdos infantiles.
Azules
tirando a añiles
que en mi
mente se amalgaman.
Los cirios
como en techumbre
amontonando
la lumbre
y yo que
contarlos quiero
y tú
acercándote vas...
y en calle
Santo Tomás
me siento
baratillero.
¡Los
ciriales, los ciriales!
y alguien
que me coge en brazos
y yo dibujo
retazos
de brisa en
mis lagrimales
cuando la
emoción estalla
recortando
en la muralla
inri,
escalera y madero
y aún sin
saber qué me das
en calle
Santo Tomás
me siento
baratillero.
La Piedad
que me enamora
sudario
sobre la piel,
delirio,
panal de miel
que es mi
sufriente Pastora.
Su mano en
el cuerpo muerto,
ceguera que
ha descubierto
palpando el
dolor primero
primero
entre los demás
mientras en
Santo Tomás
me siento baratillero.
(...)
Francisco Javier Segura Márquez - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 2013.
(...)
¿De qué me
sirve rezarte
si luego
rezo y te engaño
y no le doy
cada día
pan a los
desheredados?
¡Que no!
¡Que no tengo suelto!
¡Que no!
¡Que no puedo dártelo!
Gran Poder
de los hambrientos,
Gran Poder
de los avaros,
Gran Poder
de los que piden
echarse a la
boca algo,
Gran Poder
de los que sufren
con la
tragedia del paro,
Jesús de los
comedores
donde el
vecino de al lado,
espera a que
tú preguntes
qué problema
están pasando.
No sé
cuándo, Padre mío,
volveremos a
encontrarnos,
carne viva,
tu madera,
zancada
viva, tú andando.
Yo iré como
los mendigos,
quizás
pasarás de largo.
y nosotros,
Gran Poder
siquiera nos
detengamos.
Déjame
escucharte a ti
y atenderte
y darte abrazos,
y mirarte en
esos ojos
que lloran
sin consolarlos.
Que no tema
las heridas
ni rostros
desfigurados,
ni cuerpos
desvencijados
por el
fragor de sus vidas.
Que no
busque yo escondidas
calles para
no encontrarte
y que no
vuelva a ignorarte
Gran Poder
de Dios hambriento.
Que seas
vivo el monumento
donde venga
a acompañarte.
Mi pan, tu
pan y mi vino,
tu vino, y
mi plato el tuyo.
Que antes lo
mío sea suyo
y en ellos
ser, mi destino.
Así no
desencamino
mi
compromiso cristiano.
Así no
pierdo, así gano,
la crisis la
lleva clara
¡No voy a
volver la cara
cuando me tiendas tu mano!
Francisco Javier Segura Márquez - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 2013.
La Virgen de los Gitanos,
pisa ya la madrugada.
pisa ya la madrugada.
La noche se ha puesto un traje
de cola morado y grana,
los luceros se han sentido,
flamencos de pura raza,
y hay un revuelo de ángeles
que corren y ríen y cantan...
de cola morado y grana,
los luceros se han sentido,
flamencos de pura raza,
y hay un revuelo de ángeles
que corren y ríen y cantan...
La Virgen de los gitanos,
viene con saya esmeralda.
viene con saya esmeralda.
Hay un rumor de sorpresa
por esquinas encaladas,
una ansia de cante grande
vibrando por la garganta,
y un vaho de muerta alegría
en lágrimas congeladas.
por esquinas encaladas,
una ansia de cante grande
vibrando por la garganta,
y un vaho de muerta alegría
en lágrimas congeladas.
La Virgen de los Gitanos,
viene adivinando el alba.
viene adivinando el alba.
Cada varal se arrodilla
ante el peso de su gracia,
cada clavel le suspira
por perfumar su arrogancia,
el cirio, es un corazón
que se consume entre llamas,
la saeta, una oración
prendida en la Noche Santa,
y cada pecho, un clamor
para la Virgen Gitana.
ante el peso de su gracia,
cada clavel le suspira
por perfumar su arrogancia,
el cirio, es un corazón
que se consume entre llamas,
la saeta, una oración
prendida en la Noche Santa,
y cada pecho, un clamor
para la Virgen Gitana.
La Virgen de las Angustias,
viene, pero nunca pasa.
viene, pero nunca pasa.
(...)
Antonio Rodríguez Buzón - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 1956.
(...)
Y al llegar
la Madrugá,
más
movimiento de tropa
con los
hombres de la berza,
del pescao y
de la recova.
Vienen de la
Encarnación
y son
donantes de rosas.
El agua para
Pilato,
la sed para
Claudia Prócula.
Todo en el
aire lo dice,
que todo
está en la memoria,
en el suelo
que pisamos
y en la cruz
que da su sombra.
Sin saber
dónde comienza
Sevilla o
acaba Roma.
Pero Sevilla
lo explica
de cincuenta
y nueve formas,
que es en
todas las esquinas
de su pasado
la copia.
Sevilla lo
expresa así,
de penitente
y anónima,
o con
penacho de plumas,
coraza,
rodela y gola.
Y así
propaga su fe
y santifica
su historia,
dándole al
César lo suyo
y a Dios lo
que más importa,
con el cirio
en una mano
y el
Evangelio en la otra.
Joaquín Caro Romero - Pregón de la Semana Santa de Sevilla - 2000.
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