Así Sevilla
predica
todo el año
el Evangelio,
el quinto,
que por ser suyo
quintaesencia
los portentos.
Y en la
Semana más Santa
saca a la
calle su credo
y pone palio
a la salve
y multiplica
su ejemplo
y llega
donde llegaron
Lucas,
Marcos, Juan, Mateos.
Y así
Sevilla sublima
su nombre y
su callejero.
Y sube a la
Torre Antonia
y empieza
todo el proceso,
y hace
orilla del Jordán
la Puerta
del Baptisterio.
Donde la
Escritura cuenta
la historia
del pueblo hebreo,
Sevilla va y
la completa
con sus
pasos de Misterio,
con sus
Cristos y sus Vírgenes,
sus santos,
sus monumentos,
sus
jardines, sus mujeres,
sus
hermanos costaleros
y todo el
que contribuya
a eternizar
todo esto:
el
mayordomo, el prioste,
la
bordadora, el cerero,
el florista,
el capataz,
el aguaó, el
pertiguero,
el músico,
el dorador,
el orfebre,
el saetero,
el vestidor,
el tallista,
la camarera,
el clavero...
Porque
Sevilla está en gracia,
en constante
jubileo,
en alas de
tradición,
porque se
sabe instrumento
de los
poderes divinos
que dan
fuerza al pregonero.
Si Sevilla
es la clausura,
la Verónica
y el velo,
también
Sevilla es tambor,
también
Sevilla es incienso;
y hace de su
fe martillo
glorificando
el esfuerzo
en la
delgada frontera
de un
milenio a otro milenio.
Por eso el
año 2000,
y solamente
por eso,
desde que a
la calle salgan
los primeros
nazarenos,
Sevilla será
oración
y Sevilla
será espejo
donde Dios
baje a mirarse
para
sentirse en el cielo.
- Pregón de la Semana Santa de Sevilla. 2000.
Joaquín Caro Romero.
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