martes, 8 de abril de 2014

SEVILLA EN ... EL PREGÓN DE LA SEMANA SANTA (8 de abril)



Y la más que penitencial Semana Santa de los hospitales. Yo la he vivido. El hombre que dio la vida a la mujer que más quiero estaba ingresado, y sabíamos que tenía sacada papeleta de sitio para el inexorable paso de La Canina, en cuyo cuerpo de nazarenos estamos todos apuntados. ¡Qué Calle de la Amargura la Semana Santa del hospital! En el pasillo, lejana, suena una radio con una marcha, que alguien pone bajita, para no molestar. Pero suena. Y nos va diciendo que fuera, en la vida, en la Salud de San Gonzalo, en la Salud de San Bernardo, en la Salud de Los Gitanos, en la Salud de San Nicolás, en mi carretera Salud, existe la primavera, está ausente el dolor, no hay lágrimas, Sevilla como nueva Jerusalén del Apocalipsis, ataviada como una novia con la flor de los naranjos. Allí en el hospital sí que están las penas: las Penas de San Roque, las Penas de la calle San Jacinto, las Penas de San Vicente, las Penas de Santa Marta... Allí si que habitan las Tristezas, y el Mayor Dolor y Traspaso de los que sufren, entre Angustia y Angustias, en una mar de Lágrimas, en una inmensa Soledad de batas color verde Esperanza, cuando el enfermo, en la duermevela del dolor, pregunta:

-- Niña, ¿hoy no es cuando sale la de San Nicolás?
 
-- No, abuelo, salió ayer, hoy es Miércoles Santo...
 
Y se hace de nuevo el silencio. Por el pasillo, desde otra habitación, suena quizá ahora por un televisor una entrada en La Campana. "Estrella Sublime". No hay estrellas en el cielo de luces apagadas de esta habitación de hospital. Aquí sí que hay una cofradía de penitencia. Aquí, en estos otros silencios, sí que es todo como una larga madrugada de penitencia. Entran las batas blancas como recuerdos de túnicas de nazarenos de La Cena, de San Gonzalo, de la Amargura, de La Bofetá, de San Nicolás, las cofradías que este hombre querido no verá este año.
 
La única alegría es cuando traen a un niño vestido de nazareno. Túnica de capa, barrio puro. Y dice la madre a los familiares del otro enfermo del cuarto:
 
-- Es que como todos los años antes de salir va a casa de su abuelo para que lo vea vestido de nazareno...
 
Y el nazarenito, con un beso:
 
-- Abuelo, toma, un caramelo, el primero que doy este año...
 
El más dulce caramelo de Sevilla. En el televisor, Campana del dolor y los silencios, sigue entrando triunfalmente un palio.
 
Y luego, ya de madrugada, quizá llegue silencioso, con cara de satisfecho cansancio, un hombre con su traje negro de capataz, sobre cuya solapa trae la heroica condecoración de unas manchas de cera de los hachones del Cristo en el arreón de una levantá. Llama en la puerta de la habitación. Sale la acompañante, zapatillas y bata, desorientación del primer sueño descabezado en el butacón. Pasillos vacíos. El intempestivo visitante de negro lleva unos lirios en la mano. Se los da a la hija del enfermo. Le dice:
 
-- ¿Cómo sigue? No quiero molestarlo... Nada más que vengo para que en la estampa de la cabecera le pongas estos lirios, y le digas que son de parte de la hermandad. Son los que esta tarde ha llevado su Cristo...
 
Cuando estéis oyendo el tintineo de unas caídas de palio, reloj inexorable del tiempo que nos devora, pensad, sevillanos, en estos silencios de penitencia del inmenso dolor del hospital, o en la tristeza de los sevillanos que trabajan o estudian o defienden a la Patria fuera de su tierra. Peor que el lamento del ciego en Granada: aquí no hay limosna posible, mujer, "que no hay en la vida nada"... como no poder ir a ver las cofradías en Sevilla.

- Pregón de la Semana Santa de Sevilla. 2008.
     Antonio Burgos. 

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