Ahora
empieza la incertidumbre. ¿Nombrará el Pregonero la nacarada tez de Guadalupe?
¡Correcto! Y su pañuelo, robado en prenda de bendición, como el de Gracia y
Esperanza. ¿Dirá algo el pregonero de los vencejos que, cuando sale el misterio
de las Siete Palabras de la Catedral, reciben la enseñanza de amor del Rey de
Reyes desde la cruz? Aquí tenéis, cofrades carmesíes de mi afecto.
Hay
preguntas insistentes en la Semana Santa. El niño del mayordomo, que le
pregunta: ¿Nos vamos ya? La mujer del Diputado Mayor de Gobierno: “¿Hoy también
Cabildo? El marido de la secretaria: “Niña...¿una carta ahora?” La novia del
costalero, al volver de la igualá: ¿Otra más? El jartible cofrade sin radio en
la oreja: ¿Va a salir? El chiquillo que pregunta en el Santo Entierro: “¿Ésta cuál
es?”. ¿Me dá cera, me dá cera, me dá cera?...
Y así muchas...
Esas son las preguntas de la Semana Santa, preguntas de las cuales también se
lleva una buena parte el pregonero. Y el pregonero, que intenta siempre tener
clara una respuesta, enmudece cuando se le pone delante la filigrana hispalense
de la que puede decirse su cofradía del Jueves Santo.
A medio
camino, como estación inevitable, el Cristo de la Salud vuelve el rostro a la
agonía, porque agoniza de muerte. ¡Cuántas preguntas allí resueltas! ¡Cuántas
peticiones! ¡Cuántas veces la Salve de la Virgen del Rosario, Rosa Blanca de
Pasión! Me vuelvo a rendir, a postrar, a entregar por completo. Aunque
apabullado, me aseguro de que tanta grandeza me acompañe, y fortalezca mi
empeño ante el atril. Que no falte...
- Pregón de la Semana Santa de Sevilla. 2013.
Francisco Javier Segura Márquez.
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