Hay más
gente por la Encarnación, vienen de regreso, es mi imaginación o en sus caras
se refleja la satisfacción de haber estado con Ella. A duras penas me voy
abriendo paso y por fin consigo verla embocada en la calle Alcázares. Está de
espaldas, pero no me importa, es cierto lo que un sabio amigo dijo una vez, su
paso no tiene espalda porque no es un paso sino un aura. Me podría bastar, ya
he sentido su presencia y estoy muy cansado, pero esta mañana no es suficiente,
no solo quiero verla sino que Ella me vea. Cruzando Regina consigo llegar a San
Juan de La Palma. Por la calle Feria la cofradía discurre parsimoniosa,
sabiéndose ya dueña absoluta del tiempo y el lugar y escoltada por su público,
sacado cada año de un cuadro de García Ramos para que La acompañe esta mañana.
La espera es larga y la ilusión mayor. Matrimonios ancianos, padres con niños,
parejas de jóvenes, familias enteras, balcones engalanados con Su foto, los
bares desprendiendo el olor a café, chocolate y aguardiente,
mientras los nazarenos avanzan desatentos, con los cirios convertidos en
callados de las horas. Poco a poco el gentío va creciendo y un tumulto de
capirotes y devotos anuncian que ya está cerca, hasta que una frase mágica nos
hace a todos fijar la vista en el fondo de la calle “ya se ve la Virgen”. Me
voy acercando sin sentir las apreturas, descubriendo cada detalle de un paso
que llevo grabado, como si no lo hubiera visto nunca. Las flores están ya
marchitas; la candelería, apagada, se ha ennegrecido; los ramos que le han ido
regalando rebosan la peana; hasta que por fin tengo la certeza de que La
Esperanza me está viendo. A pesar de las ojeras y del cansancio de toda la
noche, no ha perdido la Sonrisa, está mas Guapa que nunca y más Orgullosa que nunca
de saberse la Madre de Dios, y en ese preciso momento, cuando cruzamos la mirada
y nos quedamos los dos completamente solos, me acuerdo
de mis niñas, las que Ella me está cuidando, intento rezar todos los años pero
sólo me sale el llanto...
Juan Delgado
Alba dijo que cuanto de bello y puro hubiera en el cielo y la tierra, sería poco
para Ella.
Ricardo Mena
aseguró que era el Sol y las estrellas.
Miguel
Muruve proclamó que era la más segura, dichosa, rotunda y perenne Esperanza
Nuestra.
Carlos Colón
nos recordó que por mucho que la viéramos, nunca la podríamos dejar sin pena.
Joaquín Caro
se preguntó si estaba más guapa con el manto granate, el de malla o de hebrea.
Carlos
Herrera cuando la miraba, sentía a Dios cabalgar por sus venas.
Curro Ruíz
Torrent pensó que soñar era encontrarse cara a cara con Ella.
Paco Vázquez
juró que Dios puso la Creación en su Cara perfecta.
Rafael de
Gabriel anunció que no hay flor más pura que la que vive en San Gil y siempre
está en primavera.
Antonio
Murciano sentenció que todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza.
Ignacio
Jiménez se hizo cura para cumplir su promesa.
Y todo lo
demás ya se lo había dicho antes Rodríguez Buzón, el poeta.
Pues cómo
queréis que salga airoso de este trance quien ahora pregona Su Pureza. Yo solo
sé decirle, con la admiración de hombre, el orgullo de Sevillano, el amor de hijo
y con el alma entera:
Dios te
Salve, Santa María de la Esperanza Macarena, Reina del Mundo, Madre de Dios y
Madre Nuestra.
- Pregón de la Semana Santa de Sevilla. 2007.
Enrique Esquivias de la Cruz.
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