jueves, 13 de marzo de 2014

SEVILLA EN ... EL PREGÓN DE LA SEMANA SANTA (13 de marzo)



En Sevilla no acabamos de ponernos de acuerdo acerca de la conveniencia de atraer a forasteros a nuestra Semana Mayor. Hay quien piensa que mejor y con más sitio estaríamos solos y hay quien cree que siempre enriquece conocer y que te conozcan. Yo tengo cosas de ambos bandos.



Pero como les decía, entre aquellos que vienen a vernos en Semana Santa, están  muchos sinceros amantes de Sevilla que siempre son bienvenidos. Entre ese grupo podría estar mi compadre Alvarito, de quien me voy a permitir la licencia de contar una breve historia. Andaba este hombre debatiéndose entre un par de dramas, hace de  esto muchos años, de los que no acababa de salir y que le estaban costando el carácter. Supe de su estado y le invité, una vez más, a conocer la Semana Santa, como ya había hecho otras veces aunque sin éxito. Esta vez aceptó y ya no me dijo lo de todos los años:



-Qué quieres que te diga, a mí la religión y las vírgenes no me convencen ni me dicen nada.



Sencillamente tomó un avión desde Barcelona y vino a caer en mis territorios un miércoles de atardecida. Quiso la casualidad que en ese momento estuviera revirando muy cerca de mi casa la impresionante canastilla del Cristo de la Salud de San Bernardo, el cual pareció abalanzarse sobre mi amigo con el imponente realismo de su rostro recostado y la Fe desbordante de su gente. Aquél primer impacto causó su primera mueca de emoción, pero esta ya se desbordó hasta el llanto, como una auténtica Magdalena, cuando vivió en primera fila el impresionante derroche de fuerza y amor que se gasta la gente de la Lanzada en subir la cuesta del Bacalao. Cuando empezó la banda a interpretar La Saeta de Serrat, en arreglo de Guillermo Fernández Ríos, ya no pudo más, se rindió de rodillas ante lo que estaba viendo y su llanto se transformó en auténtico jadeo. Yo, conocedor de su pasado, solo fui capaz de decirle:



-Si estás a disgusto, dímelo, hijo mío, que nos vamos a otro sitio.



Ni que decir tiene que este hombre siguió viniendo año tras año hasta nuestros días, dándose la circunstancia de que al segundo o tercer año de pasar una Semana Santa de auténtico "jartible", viendo llegar un paso de una cofradía de barrio conocido por sus andares vistosos y su irresistible personalidad, observé que mostraba signos de disgusto en su expresión y que, levemente, decía que no con la cabeza mientras entornaba displicentemente los párpados. Me extrañó esa reacción pues sé que era de sus cofradías recientemente favoritas y le pregunté por lo que ocurría. ¿Quieren ustedes creer lo que me contestó?. Me señaló al Paso y entre circunspecto e indignado me dijo:



-Vaya como viene botando ese patero derecho.



Pero dijo más, mientras yo enmudecía comprobando que tenía razón:



-O cuidamos nuestras cosas o acabamos con esto en cuatro días.



Es decir, me estaba riñendo. Yo me santigüé y volví mi vista a la Virgen.

- Pregón de la Semana Santa de Sevilla. 2001.
     Carlos Herrera Crusset. 


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