"Este mercader, pues, tenía dos
hijos, el uno de doce y el otro de hasta catorce años, los cuales
estudiaban gramática en el estudio de la Compañía
de Jesús; iban con autoridad, con ayo y con pajes, que les llevaban
los libros y aquel que llaman vademécum. El verlos ir con tanto
aparato, en sillas si hacía sol, en coche si llovía, me hizo
considerar y reparar en la mucha llaneza con que su padre iba a la Lonja
a negociar sus negocios, porque no llevaba otro criado que un negro, y
algunas veces se desmandaba a ir en un machuelo aun no bien aderezado. (...).
Así es verdad, y
yo confieso mi yerro y quiero que me le perdones, pues te he perdonado
tantos. Echemos pelillos a la mar, como dicen los muchachos, y no murmuremos
de aquí adelante; y sigue tu cuento, que le dejaste en la autoridad
con que los hijos del mercader tu amo iban al estudio de la Compañía
de Jesús".
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