"No hay res alguna que se mate de quien no lleve esta gente diezmos y primicias
de lo más sabroso y bien parado. Y, como en Sevilla no hay obligado
de la carne, cada uno puede traer la que quisiere; y la que primero se
mata, o es la mejor, o la de más baja postura, y con este concierto
hay siempre mucha abundancia. Los dueños se encomiendan a esta buena
gente que he dicho, no para que no les hurten (que esto es imposible),
sino para que se moderen en las tajadas y socaliñas que hacen en
las reses muertas, que las escamondan y podan como si fuesen sauces o parras.
Pero ninguna cosa me admiraba más ni me parecía peor que
el ver que estos jiferos con la misma facilidad matan a un hombre que a
una vaca; por quítame allá esa paja, a dos por tres meten
un cuchillo de cachas amarillas por la barriga de una persona, como si
acocotasen un toro. Por maravilla se pasa día sin pendencias y sin
heridas, y a veces sin muertes; todos se pican de valientes, y aun tienen
sus puntas de rufianes; no hay ninguno que no tenga su ángel de
guarda en la plaza de San Francisco, granjeado con lomos y lenguas de vaca.
Finalmente, oí decir a un hombre discreto que tres cosas tenía
el Rey por ganar en Sevilla: la calle de la Caza, la Costanilla y
el Matadero."
Desde el siglo XV este tramo de calle se llamaba Calleja de la Costanilla. Hoy en día está rotulada con el nombre Cuesta del Rosario. En la parte alta de la calle nos encontramos con esta placa, que además es la que está situada a mayor altura de todas las placas cervantinas.
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