"-Hijo Monipodio, yo no estoy para fiestas,
porque tengo un vaguido de cabeza, dos días ha, que me trae loca;
y más, que antes que sea mediodía tengo de ir a cumplir mis
devociones y poner mis candelicas a Nuestra Señora de las Aguas
y al Santo Crucifijo de Santo Agustín, que no lo dejaría
de hacer si nevase y ventiscase. A lo que he venido es que anoche el Renegado
y Centopiés llevaron a mi casa una canasta de colar, algo mayor
que la presente, llena de ropa blanca; y en Dios y en ni ánima que
venía con su cernada y todo, que los pobretes no debieron de tener
lugar de quitalla, y venían sudando la gota tan gorda, que era una
compasión verlos entrar ijadeando y corriendo agua de sus rostros,
que parecían unos angelicos. Dijéronme que iban en seguimiento
de un ganadero que había pesado ciertos carneros en la Carnicería,
por ver si le podían dar un tiento en un grandísimo gato
de reales que llevaba. No desembanastaron ni contaron la ropa, fiados en
la entereza de mi conciencia; y así me cumpla Dios mis buenos deseos
y nos libre a todos de poder de justicia, que no he tocado a la canasta,
y que se está tan entera como cuando nació".
Tal vez el texto se refiera más a la confluencia de calles en la actual Plaza de la Alfalfa que a la propia calle donde se ubica el azulejo, la rotulada actualmente como calle Alcaicería de la Loza.
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